miércoles, 23 de abril de 2008

Tierra, aire y agua. 23 04 08

Tierra, aire y agua
23/abr/2008
Juan Carlos S. Velásquez Mejía.

En el mes de enero después del 25, escribía sobre las Cabañuelas como los signos de los tiempos y señalé que de acuerdo al comportamiento del clima en los primeros 24 días de enero en el Valle de Toluca, todo indicaba que tendríamos un año seco, que el periodo de estiaje sería difícil y por consecuencia habría que estar preparados para las posibles y cíclicas consecuencias cuando las lluvias llegan después del 15 de abril.

En este entorno, resulta que hemos tenido días atípicos en lo que va del año. Desde una primavera con temperaturas que han alcanzado los 31 centígrados o días en que parecía que caería la última nieve de primavera con mínimas de 1 y 0 grados Celsius y la primera lluvia en forma el 14 de abril.

Pero lo que me sorprendió fue el chubasco del pasado domingo 20 de abril, cuando se dejó venir con rayos, centellas y granizo en varias partes del Valle de Toluca. Esta primer tormenta del año me hace reflexionar sobre la forma en que hemos trastornado nuestro entorno con el mal trato al medio ambiente (tierra, aire y agua) tirando miles de toneladas de basuras y desechos domésticos e industriales, incluidos los peligrosos; lanzando humos llenos de bióxido de carbono y metales pesados como el plomo, el cadmio, el zinc, entre muchos más que respiramos sin darnos cuenta que con el tiempo nos cobrará la factura con nuestra salud; no se diga lo que hemos hecho con el agua y sus fuentes: ríos y lagos convertidos en caños, fosas sépticas o tiraderos públicos o en desiertos salitrosos e inertes.

Los bosques los hemos destruido para dizque sembrar granos que como el maíz ya no es alternativa alimenticia para el consumo humano pues lo hemos transformado a tal grado que su estructura genética original ha cambiado para convertirse en un híbrido que contiene grandes cantidades de hidratos de carbono complejos y con ello ha disminuido su contenido de fibra dietética, dando como resultado un alimento que al refinarse contribuye como los demás granos, a generar obesidad, máxime si quienes lo consumimos no tenemos el hábito de alguna actividad física constante como algún deporte. Lo mismo sucede con el trigo.

Me comenta la señora que me apoya en los quehaceres del hogar su sorpresa de ver en el paraje donde vive, allá por el entronque de la carretera de Valle de Bravo y Temascaltepec, que muchas personas sin escrúpulos llegan a tirar ante la complacencia de los supervisores de “PROBOSQUE”, cientos de llantas viejas y bolsas repletas de plumas de pollo así como las vísceras de estos animales que sacrifican para su venta, y todo a cielo abierto y en plena luz del día, sin ninguna medida de control sanitario o ecológico.

Apenas se celebró, o mejor dicho se recordó el día 22 de abril como el DÍA DE LA TIERRA y se volvieron a usar en los discursos oficiales freses como: “…el cambio climático llegó para quedarse…por muchas décadas…”; “Si no hacemos algo los seres humanos para recuperar el equilibrio del ecosistema, estamos destinados a la extinción.”; “El planeta Tierra, nuestro espacio vital, puede prescindir del género humano para continuar su existencia”. Todas muy ciertas y contundentes, pero que en la práctica parece que nos vale y hacemos todo porque el destino nos alcance.

Los tres elementos, tierra, aire y agua, que tenemos de manera natural no los hemos sabido apreciar y entonces parece que el dicho popular se hará realidad: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”.

Acaso no hemos entendido que se nos entregaron como prenda para coexistir en armonía y no para acumular riquezas vanas que solo han demostrado ser a lo largo de la historia de la humanidad, elementos de discordia y desencuentro.

En algunas épocas ha sido la tierra para explotar lo que hay en ella (oro, plata, petróleo, diamantes, etc.) lo que ocasionó guerras fraticidas y estúpidas: en otras lo ha sido el aire, convertido en espacio aéreo, también de combates cruentos; y ahora parece que será el agua que se convierta en símbolo de contradicción: vida y muerte.


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