viernes, 8 de febrero de 2008

La educación comienza en la familia 080208

La educación comienza en la familia
08/feb/2008
Juan Carlos S. Velásquez Mejía

Una de las responsabilidades del Estado Mexicano, sabemos que es garantizar una educación para todos los que formamos parte de él y para ello existe todo un complejo sistema educativo nacional, con diferentes participantes que van desde los gobiernos federal, locales y municipales hasta el concurso de los particulares y organizaciones sociales de acuerdo a las leyes y reglamentos para normar la prestación de los diferentes servicios que se han diseñado a favor de los estudiantes, docentes, directivos, administrativos y autoridades.

Si bien en algunas normas se considera a la participación de los padres, en el mejor de los casos, en actividades que pudieran llamarse complementarias, pero no por eso menos importantes, al proceso de enseñanza aprendizaje en los niveles básico y especial de la educación escolarizada, lo cierto es que desde ahí comienza el verdadero reto de tener un país educado.

El seno familiar tradicional (papá, mamá, hijos, o equivalente) es un espacio que debe estar en condiciones de aportar a todos sus miembros los principios y valores que más adelante habrán de regir su comportamiento en su entorno social, escolar, laboral, político, entre otros.

Ahora nos enteramos por los diferentes medios de comunicación masiva (prensa escrita, radio, televisión e internet) de casos lamentables de niños o adolescentes estudiantes que presentan conductas agresivas en sus comunidades escolares y en algunos eventos llegan a ser hasta criminales y fatales.

En este mismo contexto, vemos una cada vez más creciente desintegración de familias o de matrimonios, que no necesariamente llegan a ser un núcleo familiar, pero que por sus circunstancias así decidieron interactuar y con ello se dejan casi a la deriva a todos su miembros, siendo los hijos, cuando los hay, los más vulnerables a tener un problemático proceso de incorporación a la sociedad, dando paso a potenciales niños reprobados o de bajo aprovechamiento escolar, o peor aún a niños en condición de calle, vagos, delincuentes, adictos y demás habitantes desincorporados a un esquema de desarrollo y bienestar.

Aquello de que “la educación se mama” es una gran verdad y que lamentablemente en nuestros días ya no podemos seguir practicando debido a que el seno familiar o la familia han dejado de ser un factor confiable para dotar al individuo de firmes cimientos.

Debemos ir al rescate de la familia porque de otra manera seguiremos teniendo los resultados que hasta ahora hemos tenido y que son de todos conocidos: niveles bajísimos de aprovechamiento, alto grado de deserción, desconocimiento de las verdaderas vocaciones de los alumnos, desvinculación entre los sectores educativo y productivo, desaprovechamiento de los limitados recursos económicos, materiales y tecnológicos disponibles, falta de pertinencia y cobertura en los servicios educativos y más.

El reto no es fácil, pero si no se da el primer paso más difícil se hará.

El sistema educativo que tenemos ha sido diseñado y rediseñado por muchos años como un mecanismo de control político y no como uno de formación del individuo para alcanzar su bienestar y por ende el de su comunidad. La primera experiencia escolar del niño se supone que debiera ser, en condiciones normales, entre los 3 y 5 años de vida y si bien actualmente tenemos los jardines de niños, estos solo funcionan en su mayoría como guarderías y se desaprovecha este tiempo en el que, según los expertos, podemos desarrollar conductas y hábitos receptivas, descubrir nuestras potencialidades y vocaciones, así como adquirir habilidades cognoscitivas para que en las etapas subsecuentes de la educación escolarizada o abierta sea más fácil y atractivo el proceso de enseñanza aprendizaje como el de las ciencias exactas, la lectura, la creatividad y la inventiva, hasta la actitud emprendedora.

En fin, necesitamos darle a la familia el tiempo, el espacio y las demás condiciones para que se convierta en ese “invernadero” donde se cultiven, desde su gestación, individuos proclives a ser parte de un gran sembradío que dé frutos sanos y nutritivos.

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