martes, 23 de octubre de 2007

Educadores sin vocación, que pésima inversión. 2310 07

Educadores sin vocación, que pésima inversión
(23/10/ 07)
Juan Carlos Velásquez Mejía

En la actualidad se sigue discutiendo sobre la gran cantidad de desempleados que tiene nuestro país y también de la falta de calidad en la educación, en casi todos los niveles.

Si a eso le agregamos las problemática de inseguridad pública, en todas sus manifestaciones; la falta de capacidad de atención del gobierno en todos sus niveles a las necesidades de seguridad social (que incluye salud, alimentación y pensiones) entonces tenemos un panorama desolador que requiere de acciones correctivas de fondo diseñadas a partir de una visión clara del país que deseamos.

Nuestro país inmerso en un mundo globalizado y con una dinámica de las comunicaciones y sus tecnologías, que en muchos casos se ha desaprovechado, para caminar al ritmo que se requiere y encauzar nuestras potencialidades, tanto individuales como colectivas y modificar nuestras tradicionales formas de trabajar que están basadas sobre todo en esfuerzos aislados y no de trabajo en equipo ( y si no hay que mirar los grandes logros en algunas ramas del quehacer humano como el científico: Un Guillermo González Camarena, un Mario Molina; o en la literatura un Octavio Paz, un Juan José Arreola; en lo deportivo a una Ana Gabriela Guevara, a un Hugo Sánchez Márquez; en lo periodístico a un Jacobo Zabludovsky; en lo económico a un Carlos Slim Helú; en fin, casi siempre la referencia es personal y no grupal o colectiva), debemos hacer un alto total para replantearnos como sociedad progresista, plural, tolerante y por lo tanto que sepa adaptarse sin miedos provocados por atavismos y “patrioterismos” o defensores de soberanías y libertades mal entendidos o que subsisten por mantener a los que buscan hegemonía ante la ignorancia y la miseria mayoritaria.

Este país, que se formó con muchas nacionalidades sometidas a grupos centralistas y que después facilitó a los conquistadores españoles la implantación de sus formas de gobernar pues también lo podemos ver en los centros políticos, religiosos y económicos que fundaron sobre los que había cuando llegaron, ya debe transitar a esquemas desconcentrados, con una cultura del trabajo en equipo corresponsable; del reposicionamiento de nuestros valores a partir de la familia; de la cultura del esfuerzo personal y de conjunto y no del paternalismo que estanca el progreso, solapa la improductividad y genera una rampante corrupción; de ser autocríticos, alejando las viejas prácticas de la evaluación institucional autocomplaciente e incluso reconocer y aceptar y aprovechar las bondades del adversario o del competidor.

Parece que trato de dibujar una utopía, pero no, pues como esto tenemos miles de ejemplos en otras latitudes: Japón, Alemania, Singapur, Nueva Zelanda, Canadá, Suecia, Corea del Sur, Taiwán, Chile y ahora hasta China.

Uno de los aspectos que yo veo como una gran oportunidad para iniciar esta cruzada de cambios estructurales es el que se refiere a la adecuación del Modelo Educativo actual.

Se dice que a este rubro el gobierno destina una gran cantidad de recursos fiscales derivados del presupuesto federal, estatal y municipal, amén de los que el sector privado invierte también.
La cifra puede ser del orden de los miles de millones de pesos, pero eso es lo de menos, aunque sea en realidad lo demás, ya que en cualquier relación costo-beneficio lo importante es qué tan redituable es una inversión y aquí en las cifras mexicanas destinadas a la educación los resultados no son precisamente halagüeños. (El presupuesto federal para el año 2007 contempla un monto superior a los 151 mil millones de pesos, solo para ejercer por la Secretaría de Educación Pública, sin contar los presupuestos estatales, que por ejemplo, en el caso del estado de México su secretaria de Educación tiene asignados mas de 17 mil 800 millones de pesos para el mismo periodo, ni los municipales, además de los recursos que se transfieren a las universidades e instituciones públicas autónomas de educación superior, ni los que se aplican por el sector privado).

Baste hacer un análisis primario de cuántos niños ingresan a la educación básica y cuántos jóvenes egresan de los niveles intermedios o terminales para su incorporación al mercado laboral de acuerdo a su preparación.

Según se publica en distintos portales del sector educativo, a nivel nacional, por cada 100 alumnos que ingresan al nivel básico (preescolar, primaria y secundaria), solamente 10 concluyen alguna carrera de nivel medio superior o superior y ya no digamos de los que llegan a los niveles de postgrado que apenas 1 de cada 200 lo logran. (INEGI. II Conteo de Población y Vivienda, 2005. Mi país en pequeño).
Seguramente estas cifras pueden ser hasta conservadoras e imprecisas por su propia relatividad, de una realidad que aún desconocemos con objetividad.

Ahora habrá que saber de esos que concluyen sus estudios profesionales (10), cuántos ejercen su carrera y/o cuántos se dedican a otra actividad que no tenga que ver con su perfil. Con ello las cosas aun serán más preocupantes. De hecho lo son.

Con estas cifras lo único que el inversionista (en este caso sería el contribuyente) exclamaría ¡QUE PÉSIMA INVERSIÓN!, DEVUÉLVANME MI DINERO.

Dicho en otras palabras, o es mucho el dinero que estamos destinando a la educación o bien quienes lo aplican no saben manejarlo, para ese propósito. Porque para otros está claro que hay muchos que si lo “aprovechan” y viven muy a todo dar. Lo que se ve no se juzga, dicen en mi pueblo. Y también se dice que la culpa no la tiene el indio si no quien lo hace compadre.

La prueba ENLACE y otros indicadores del aprovechamiento educativo así lo han venido exhibiendo. No hay malos alumnos, si no malos educadores.

No dudo que algunos me dirán que los recursos destinados a la educación están considerados como gasto público, pero en estricto sentido son INVERSIONES públicas dirigidas a la FORMACIÓN DE RECURSOS HUMANOS. No entiendo a la educación de otra manera.

Yo veo, entre otras cosas que iré señalando, al sector educativo como un enorme monstruo que ha crecido sin un control y evaluación adecuados.
Tenemos una cantidad impresionante de docentes que cursaron la carrera de profesor porque es una “carrera de estado”, es decir que, sin estar escrito en alguna ley o norma, aquellos que estudiaban en las escuelas normales tenían hasta hace pocos años, garantizada una plaza “secula seculorum” y ya no tenían de qué preocuparse mientras no dejaran de asistir a su escuela y estar frente a un grupo de alumnos, o tener alguna plaza de base, más no de garantizar el ejercicio pleno de sus capacidades docentes, so pena de ser despedidos, al menos, por no cumplir con los indicadores de productividad educativa que se determinen.

Esto es un tema que seguramente me va a acarrear una interminable cascada de críticas, cuando menos, de todos lados. No importa. Mejor que se diga de una vez por todas lo que esta sucediendo, al menos desde mi óptica, puesto que hay quienes si conocen perfectamente la película y no se atreven a señalarlo. Dicen que así es el sistema, por eso prefieren callar, es más cómodo.

Pero, sin dejar de reconocer que hay “garbanzos de a libra” y honrosas excepciones, me atrevo a decir que la mayoría de los mentores que tienen a su cargo la atención de los alumnos en los diversos niveles educativos (ya sea como profesores frente a grupo o como directivos y hasta dirigentes sindicales) carecen de lo fundamental para ejercer esta noble profesión (llamada también por algunos como apostolado): VOCACIÓN

Es muy notorio y decepcionante ver actitudes conformistas de miles de profesores que egresan de las normales con la mira puesta en buscar colocarse en un lugar cercano y si no lo logran pues hacen hasta lo imposible por tener una plaza a modo; o bien, que el mismo sistema burocrático los ubica muchas veces en lugares tan distantes de su mismo domicilio que lo único que genera es una desmotivación adicional a su falta de vocación.

Ahora hasta las llamadas “organizaciones sociales”, se las han ingeniado para tener escuelas manejadas por ellos, con el dizque “legítimo” propósito de atender a sus afiliados que no pueden acceder a planteles que tiene el gobierno. Y con estos espacios cedidos a estos grupos sociales lo único que se logra es demeritar aún más la obligación del estado para otorgar educación de calidad a la población.

El fenómeno de la profesión de profesor es muy singular, ya que por muchos años se ha visto que quienes se gradúan para ejercerla, sienten una seguridad laboral que no sucede en ninguna otra y ello les genera un estado de confort que impide mejorar su desempeño. Se anula la competitividad. A esta circunstancia hay que agregar otro ingrediente que se llama el “sindicalismo a modo” que se ha convertido también en un lastre para alcanzar los estándares de calidad que se tienen en países desarrollados.

El sindicalismo en su afán de mantener un padrón de afiliados solo negocia con el patrón (gobierno) mejoras salariales y colaterales que son otorgados a todos sus integrantes por el sólo hecho de ser docente y sin que medie algún criterio de productividad que sea evaluable con la objetividad que aplicaría en el sector privado o para cualquier otra profesión. Los únicos “ganones” son como siempre los líderes y los perdedores pues los educandos. Y si no pregúntenle a los niños de Oaxaca, por ejemplo.

No es desconocido que en este país tenemos líderes sindicales ricos y trabajadores pobres o jodidos.

Hasta donde tengo conocimiento y reconozco que no es mucho, no sé de alguna negociación sindical que haya versado sobre el ofrecimiento de éste para mejorar algún indicador de productividad o rezago que presente la comunidad estudiantil, de cualquier nivel; pero si sé de pliegos petitorios que incluyen más días de descanso que por el cumpleaños, por el matrimonio, por la titulación, por el día de la madre, por el día del padre, por el día del maestro, más premios por puntualidad, mas días económicos, etc., etc.

Recuerdo bien la anécdota comentada por el señor Carlos Kasuga Osaka, Presidente de la empresa Yakult México, durante su intervención en una conferencia como ponente magistral en sobre la cultura empresarial japonesa:

“En un programa de televisión al que me invito Ricardo Rocha, yo fungía de traductor y Ricardo pregunto: ¿cuál es la diferencia entre los trabajadores japoneses y los mexicanos?
Después que los japoneses terminaron de cuchichear, se levanto el jefe y les dijo:
"Hemos visitado muchas empresas mexicanas y creemos que el trabajador mexicano es mucho más hábil, pero el día de hoy acabamos de estar en la Villa y nos hemos dado cuenta por que las relaciones entre los obreros y la empresa son tan deficientes.
Lo que vimos en la Villa, es que los dos pueblos son iguales: les gustan las peregrinaciones, las tamboras, los amuletos, los cuetes, etc., pero ustedes van a los templos a pedir y a esperar, y en el Shintoismo nosotros vamos a ofrecer.
Por eso, nos hemos dado cuenta que los sindicatos mexicanos presentan pliego de peticiones y los sindicatos japoneses presentan pliego de ofrecimientos. !Pequeña, pero gran diferencia!.
El pliego de ofrecimiento. ¿A qué me refiero con esto?
Si fabricarnos 1000 Datsun, ofrecemos el año entrante fabricar 1200 ¿Que ofrece la empresa?
Tenemos 5 % de errores en la producción, ofrecemos reducirlos al 3 % ¿Qué ofrece la empresa?
Y en base a esos ofrecimientos, las empresas japonesas han logrado un error 0, calidad total y "Just in time" o "Justo a tiempo".
Con pliego de peticiones no es posible, pedimos más días no laborables, más vacaciones, más aguinaldo, que nuestro cumpleaños nos lo paguen triple y no trabajarlo.

Espero que las apreciaciones que aquí señalo sirvan para despertar consciencias y buscar soluciones, no para buscar culpables.
Los problemas comienzan a solucionarse cuando se acepta su existencia.

El tema da para mucho más y por ahora aquí le dejamos, pero en la siguiente entrega hablaré sobre el nuevo modelo educativo, al menos aquel que desde mi muy particular punto de vista debiera operar.

Visite mi blog: http://entornocomunicacion.blogspot.com/

No hay comentarios: