miércoles, 29 de agosto de 2007

¡¡¡Despójense de sus ropas!!! / 070507

¡¡¡Despójense de sus ropas!!!
(07/05/07)

Por: Juan Carlos Velásquez Mejía

Así fue la instrucción, llana y precisa del traductor de Spencer Tunick, cuado el reloj de la Catedral Metropolitana marcaba las 6:45 de la madrugada del 6 de mayo de 2007 y más de 18 mil personas que nos dimos cita a este singular encuentro con la desnudez humana de personas adultas (de 18 años de edad en adelante) de todos los estratos sociales y que supimos acatar en menos de 60 segundos.

Y así aconteció:

Eran las dos de la mañana del domingo 6 de mayo de 2007 y los amigos que nos habíamos registrado para asistir ya estábamos entre que nos dormíamos o le seguíamos en la reunión que se organizó en la casa de uno de ellos y que vive muy cerca para que nos fuéramos al Zócalo. Finalmente nos “jeteamos” y a la mera hora “se nos durmió el gallo”, la pinche alarma ni sonó y ya eran las 4:45 de la madrugada. La cita era a las 4:30. Yo que me levante al baño sin saber la hora, me convertí en la alarma y uno de ellos que se percató que alguien se había levantado, dio el grito de “!en la madre, ya se nos hizo tarde¡ ¡Órale gueyes vámonos!

Nos fuimos en un solo auto y llegamos en 5 minutos. Lo estacionamos en la calle de Tacuba, casi esquina con Palma, muy próximo al Metro Allende. Eran las 5:06 a.m. Una chica se acerca y me dice, “son 20 város, por lo de la cuidada” a lo que yo le contesté “y de parte de quién…” (Me refería a si era de alguna empresa contratada para la seguridad de los autos que se estacionaron en las calles contiguas al evento) y solo me dijo “pus de parte de Mari, o sea yo” y como no llevábamos nada, por sugerencia de los mismos organizadores, le pedí disculpas y seguimos nuestro camino con toda prisa hacia el lugar de la cita: Madero esquina Bolívar.

Llegamos y había una fila que parecía interminable. “Ya vez guey ahora falta que nos quedemos afuera…”, le decía yo a uno de los amigos. Finalmente nos formamos y a esperar que avanzara la gente, pues la “pequeña fila” serpenteaba por cuatro calles, al menos desde que nosotros nos formamos. Mientras eso sucedía pudimos ver la diversidad de rostros y expresiones de lo que esperábamos del encuentro. La proporción de hombres y mujeres que decíamos era de un 20% de mujeres y 80% de hombres, pero luego de un rato mas de caminar al ritmo de la fila, hacíamos un nuevo cálculo: 30% mujeres 70% hombres.

También comentábamos lo que podrían ser las reacciones y el comportamiento en el momento en que estuviéramos todos desnudos y algunos decían que como se trataba de una concentración de semejantes dimensiones, seguramente ni cuenta nos íbamos a dar de ello y sólo serían los segundos en que nos quitemos la ropa, cuando sentiríamos muchas sensaciones nuevas, por que si bien a diario nos desnudamos en privado cuando nos bañamos o estamos en la intimidad, ahora será hacerlo ante miles de miradas de todo tipo, de diversas edades, sexo, orientación sexual, credo, filiación política, condición física, apariencia corporal, procedencia, en fin una verdadera miscelánea, pero ante todo se trataba de un desnudo convocado y controlado , un desnudo casi de laboratorio, donde se supone que todos ya sabemos a lo que vamos y nadie será sorprendido con lo que ahí suceda. Las reglas nos fueron dadas a conocer anticipadamente, las aceptamos, entonces no había engaño, todo transparente.

La temperatura era de al menos 6 centígrados, estaba fresca la madrugada, el cielo medio nublado, visibles algunas estrellas en el oscuro firmamento citadino, solo con una Luna que con su tenue brillo amarillo se dejaba ver entre las nubes en su ya menguante fase, como queriendo ser una observadora discreta de nuestros cuerpos desnudos. Recordaba aquella frase de la canción de Joaquín Sabina “… y desnudos al amanecer nos sorprendió la Luna…”. No faltó el comentario de que en esta ciudad que nunca duerme, era obvio que en muchos espacios en privado ya se estaban vistiendo o empezaba otra desnudez, pero con la pasión de la intimidad.

Ya se acercaba el momento de escuchar las instrucciones y la orden esperada... Los últimos 5 minutos en la fila fueron de apresuramiento. Los chavos y chavas que estaban como parte del equipo de organización nos pedían que avanzáramos de prisa, y que nadie que no trajera su hoja de registro y responsiva debidamente requisitada y firmada iba a pasar.

Había miles de personas, tal vez 2 ó 3 mil, apostadas a los lados de las vayas metálicas que esperaban ser aceptados de última hora y eso solo en la entrada de la calle Madero, pero después nos enteramos que fueron tal vez más de 5 mil las que no pudieron entrar.

A las 6: 07 estábamos entrando, prácticamente corriendo, a la Plaza de la Constitución. Nos indicaron que nos ubicáramos en la parte norponiente de la plaza y quedamos prácticamente en el pico de una de las jardineras que hay frente al Hotel Holiday Inn y casi frente a la Cruz que está en el Atrio de la Catedral.

La Plaza de la Constitución lucía sobria, con luces artificiales del alumbrado público que aún iluminaban la madrugada, quieta, pero a la vez como que estaba ansiosa de ser escenario y testigo mudo de una expresión colectiva sin precedentes y que aún no conocía el comportamiento que tendríamos los participantes. Los edificios que la rodean tenían la apariencia de guardianes estoicos, dispuestos a defender a quienes íbamos entrando en su demarcación y con una presencia elegante de haberse vestido para la ocasión. Esa vestimenta era como la que a nosotros pidieron usar en el momento de las fotos, o sea nada. Era su muestra de solidaridad y congruencia para cuidar de sus huéspedes nudistas por unas horas en sus instalaciones.

En el horizonte cada vez más claro, por el llegar de la luz solar, se veían para variar aquellas figuras caprichosas que parecían pinceladas de artistas celestiales, en colores claro oscuros que cambiaban a cada momento y que contrastaban con las sombras de las siluetas provocadas por los mismos edificios de la Plaza.

El Palacio Nacional con su fachada de tezontle rojo; la Catedral Metropolitana de piedra manchada por el paso de los años y en la que el único movimiento que se le notaba era el de su reloj y el tañer de sus campanas, porque ni el lábaro patrio que pendía de su asta tenía movimiento, estaba dormida o quieta para guardar las formas y la discreción por su ubicación; los edificios del Gobierno Capitalino en el lado sur se dejaban apreciar en todo su esplendor y riqueza de diseño, como si hoy se fueran a inaugurar: En estos tres lados casi no había nadie, solo la vigilancia obligada a estos recintos. En el lado poniente de la Plaza de la Constitución, los edificios de los más tradicionales comercios (como el Gran Hotel de México, el Hotel Majestic, el Hotel Holiday Inn, entre otros) que cierran este cuadrilátero donde se han escenificado tantas “peleas y luchas” de nuestra historia en más de 500 años con pocos cambios en “la escenografía”, por así decirlo y que en esta ocasión sería algo especial nunca antes visto, por lo que ese lado, el poniente, y sus edificios se convirtieron en la tribuna VIP. (Very Important People) que albergó a testigos que darían cuenta posteriormente, con su propia versión, de lo presenciado, representados por periodistas y comunicadores, observadores de diversas organizaciones públicas y privadas, sociólogos, psicólogos, artistas, curiosos, morbosos, etc., pero en cantidades limitadas y por supuesto los organizadores y los cuerpos de seguridad.

El ambiente entre nosotros era de mucho movimiento y la adrenalina hizo que desapareciera la modorra y el frío que se siente después de despertarse abruptamente y con el tiempo en contra. Ya estábamos donde queríamos. Empezaron las instrucciones como a las 6:20. Se dejaban medio escuchar a través de un sonido muy malo y que demostraba que los organizadores no tuvieron la precaución de probar este detalle, ya que la Plaza de la Constitución tiene una acústica muy mala y se genera mucho eco, lo que empezó a provocar protestas de quienes estábamos más retirados de las pocas bocinas que colocaron. Y si agregamos que el señor Spencer Tunick no habla español, pues más molestia causó la voz del traductor que tampoco era muy legible. La solución parcial se dio con la asistencia de personal del equipo de producción que con altavoces se distribuyeron por zonas frente a la multitud sentada e impaciente volvimos a escuchar las instrucciones.

En donde estábamos nos toco una señorita que en su afán de explicarnos, nos pedía que estuviéramos más juntos o menos dispersos y así poder captar las recomendaciones de cómo serían los tiempos y movimientos, una vez que iniciara la sesión fotográfica. Nos pedía que en cuanto Spencer Tunick diera la orden de quitarse la ropa, ésta debería quedar en el mismo lugar donde estábamos parados. Que nadie tocaría las pertenencias de los demás.

En eso sale la primera de las muchas expresiones y frases que a lo largo del evento causaron risa de los que las escuchamos, cuando señaló con tono de doble sentido, pero que sólo así lo interpretamos los mexicanos allí reunidos: “Por favor júntense más porque ahí tenemos un hueco…” y vino la risa de la mayoría que de albures entienden, o sea el 98%.

Una de las instrucciones fue que una vez desnudos, debíamos ocupar la totalidad de la plancha del Zócalo, ubicándose una persona por cuadro en la que esta dividida su superficie. Otra instrucción fue que ya ubicados en “nuestro cuadro” debíamos de estar de pie y de frente al Hotel “Majestic”, o sea hacia el poniente, que es donde estaba el templete principal. Y precisamente desde el último piso de este hotel, que esta acondicionado como mirador, cubierto con una toldo color verde, pendía en una manta blanca de unos 3 por 5 metros aproximadamente, en tinta negra, la primera posición de las tres que haríamos los participantes (“A”, “B” y “C”), o sea en posición de pie y con los brazos extendidos hacia abajo, como en posición de firmes.

Las 6:45 y vino la orden “¡¡¡Despójense de sus ropas!!!” que, a pesar de lo malo del sonido, todos escuchamos y la respuesta no se hizo esperar. En menos de 60 segundos los más de 18 mil adultos ya estábamos como Dios nos trajo al mundo y la desnudez era nuestro único cobijo, así es que a seguir las instrucciones.

Corrimos a ubicarnos en nuestro cuadro, sin ningún documento de posesión y sin nada para defender ese temporal territorio que nuestra limitada humanidad y amplio entendimiento nos permitió ocupar, ya que no faltaron aquellos que como estaban, literalmente “hasta atrás” de la concentración, aún con vestimenta, llegaron tarde a la “colonización” de su territorio y no les quedó otra que buscar “su cuadro” libre sin ocupante.

También se vieron situaciones de personas que iban en pareja, en toda la extensión de la palabra, y quisieron quedarse dos en un solo cuadro, lo que hizo que los organizadores y los que ya estábamos formados, les recordáramos, en coro, la instrucción “Cuadro por persona” y la sugerencia imperativa, también en coro, “que caminen, que caminen” y queriendo y no tuvieron que cumplir la instrucción.

Mientras esto pasaba, en tanto se acomodaron los que no lo estaban, pasaron más o menos 15 minutos y por el sonido apuraban a que termináramos de colocarnos, ya que la idea era que no nos ganara el sol, su salida, y prácticamente cuando empezaban a verse los primeros destellos del Astro Rey, todo estaba listo para la sesión fotográfica, eran las 7 de la mañana. En ese tiempo de acomodo quienes ya estábamos ubicados en su cuadro, tuvimos que brincar, aplaudir, hacer la ola, echar porras a México y Goyas a la UNAM, para sobre llevar el frío y mitigar el nerviosismo que comenzaban a ser más notorios por el mismo amanecer y porque ahora ya no teníamos ropa, solo nuestro entusiasmo. Sin faltar aquel que no pudo evitar mostrar su natural o inevitable excitación, que por aquello de la primavera pagó la factura a su pudor y nada pudo hacer más que mostrarse instintivamente; lo que fue tomado por los demás con la misma naturalidad que el hecho representaba.

Desde el sonido se escuchan las primeras instrucciones para la posición “A”. Nos pidieron que todos, en posición de firmes de frente al Hotel Majestic, sonriéramos. Los que estaban más cerca del templete y de las bocinas atendieron la instrucción y los que estábamos más retirados solo hacíamos lo que veíamos y así fue como se subsanó lo de la falta de una buena sonorización del escenario para el resto de la sesión. Como se tardó unos 10 minutos la toma de esta posición y el atento silencio invadía a los participantes, de repente surgió una voz masculina, que con tono de reclamo exclamó: “¡¡Ya tómala cabrón!!, arrancando las risas de la mayoría.

Unos minutos más y ahora nos piden que hagamos el saludo tradicional a nuestra Bandera Nacional, o sea con el brazo flexionado sobre el pecho a la altura del corazón. Algunas reacciones fueron de contrariedad con expresiones como “¡¡no mames cabrón, con eso no te metas!!, ¡¡en eso no se quedó!! Y finalmente todos hicimos el saludo a la Bandera. Aquí fue donde vino otra frase exclamada, también en tono enérgico, pero chusco, en voz de no se quién de los que ahí estábamos y que seguramente no olvidaremos: “¡¡¿dónde está la pinche bandera?!!”, ya que el asta monumental estaba sin nuestro Lábaro Patrio. Más risas.

Terminó esa toma y nos piden que nos dispongamos en nuestro sitio para que hagamos la posición “B”, es decir totalmente recostados boca arriba sobre la plancha del Zócalo y con la cabeza hacia el asta bandera central. Supongo que desde las alturas se veía la formación de una figura estilizada de estrella cuyo centro era precisamente la estructura del asta y nosotros las aristas o una flor con cientos de pétalos. En fin ya sabremos y veremos los resultados en su oportunidad de esta y las demás tomas.

Pero aquí se presentó otro hecho. Fue que una pareja, hombre y mujer, se levantaron antes de tomarse la foto en esta posición “B” y decidieron retirarse. Al ver esto, los demás que ya estábamos una gran mayoría acostados, como se nos indicó, les recriminamos casi al unísono: “¡¡rajones, rajones!!” y eso llamo la atención de los cientos de fotógrafos y camarógrafos que estaban en la azotea del Hotel Holiday Inn y otros puntos, para hacer las correspondientes tomas. Con segundos de diferencia después, una mujer de cuerpo escultural, dicho sea de paso, también se levanta y sale de la formación, corre hacia donde estaban seguramente sus pertenencias -en la banqueta del lado poniente del Atrio de Catedral- las toma y camina de prisa hacia el centro del frente de Atrio, donde estaba una caseta de lámina, tipo estanquillo de periódicos; enseguida deja ahí sus cosas y campantemente regresa a la formación. Los camarógrafos y fotógrafos se dieron vuelo levantado imagen e imprimiendo sus placas desde los diferentes puntos donde se encontraban. Seguramente agradecieron este paseo que con elegancia y soltura realizó esta dama, mostrando sin querer queriendo, sus atributos y quien junto con los anteriores personajes y los demás desnudados, quedará en el anonimato temporal hasta que alguna historia se termine de tejer cuando aparezca en algún medio con nombre y apellido y se dirá: Ella es la persona que se levantó aquella mañana del 6 de mayo cuando ya desnuda, se tomaría la segunda posición de la muestra que hizo Spencer Tunick, en el Zócalo de la Ciudad de México, etc. etc.

Ya que pasaron estos curiosos incidentes que me tocó ver, regresamos a terminar la toma de la posición “B”.

Con todos acostados concéntricamente sobre la plancha del Zócalo, y contando con el silencio colectivo, volvió a escucharse otra expresión para apurar al famoso Spencer, “¡¡ya tómala cabrón!!. ¡¡ ¿Le pusiste rollo?!!, ya que no terminaba de tomar la foto y nosotros estábamos sintiendo el rigor del frío y la incomodidad de estar acotados sobre el concreto y granito negro, que además estaba parcialmente húmedo por el agua, pues lo habían lavado la víspera del evento. Y terminó la toma de la posición “B”.

La posición “C” estaba a la vista en el mirador del Hotel Majestic. Era en posición fetal, orientados hacia la mismísima Catedral Metropolitana. Como si estuviéramos haciendo una reverencia solemne de rodillas y tocando el piso prácticamente con la frente. Esto ocasionó que algunas personas que tenían poca flexibilidad o estómago prominente tuvieran problema para hacer la posición como se indicó gráficamente en la manta colgante y escuchamos otras voces anónimas cercanas, pero más discretas: “¡me estorba la panza!”, “¡deberíamos estar al revés y lanzar unos cañonazos a esos persignados...!.

Terminaron las tres posiciones previstas y ahora nos piden que caminemos hacia la boca calle de 20 de Noviembre, o sea al lado sur del Zócalo. El movimiento estuvo “desordenadón”, pero finalmente se cumplió la instrucción. Se llenaron como dos cuadras de “20 de Noviembre” y el resto quedamos sobre el último tercio de la parte central del Zócalo, sin llegar al asta bandera y la calle Plaza de la Constitución Sur, frente a las oficinas del Gobierno del Distrito Federal.

Mientras nos encaminábamos a “20 de Noviembre”, surgieron algunas consignas que no se pudieron callar, emulando algunas de las marchas del pasado proceso electoral 2006 combinada con el problema del precio de la tortilla y se escuchó el coro, en tono de parodia: “¡¡Voto por voto, casilla por casilla y que baje la tortilla!!”; y una alusión al jerarca de la Iglesia Católica mexicana que decía: “¡¡Norberto Rivera, el pueblo se te encuera!!”. Hasta los organizadores, que se metían entre el mar de pieles para repetir las instrucciones, fueron incluidos en estas insinuaciones al pedirles ¡¡“que se encueren, que se encueren”!!

Otros hechos graciosos que llamaron la atención de los que estábamos casi en la esquina que forman las calles “20 de Noviembre” y “Plaza de la Constitución Sur”, fueron cuando un par de tipos tuvieron la puntada de subirse al arbotante que está en esa esquina y muchos les comenzaron a gritar ¡¡Tubo, tubo, tubo!!. Como si fuera un table dance masculino, pero al aire libre. A los policías que estaban apostados en esa zona, también se les gritaron sus respetivas “que se encueren, que se encueren” y no dudo que lo único que los detuvo fue su investidura y saber que si lo hubieran hecho, de menos se ganaban un arresto o hasta la chamba perdían.

Las posiciones tomadas que se hicieron en este espacio consistieron en levantar el brazo izquierdo, con la mano abierta y los dedos juntos. Después Spencer Tunick, subido en una grúa telescópica colocada exactamente frente al lado sur del asta bandera, pidió a los que estábamos sobre la calle de la Plaza de la Constitución y la plancha del Zócalo que nos acomodáramos en fila sobre las rayas de los cuadros del mismo Zócalo y tomando la distancia con nuestros brazos, para dar cierta simetría a la formación, nos pidió hacer otras posiciones con el mismo brazo izquierdo levantado, pero con el dedo índice señalando al cielo y finalmente con los dedos abiertos en abanico.

Hubo otro intento de hacer una posición que ya no se concretó, debido básicamente a que representaba un grado de dificultad la formación de un triángulo, solo eso supimos a través del sonido, pues ya no se explicó más y finalmente dijo que los hombres ya se podían retirar y ponerse su ropa, no sin antes agradecer la participación, entusiasmo y respeto mostrados antes y durante el evento. Rompimos filas y nos brindamos un fuerte, prolongado y sentido aplauso y gritamos casi sin pensarlo, de manera espontánea y coincidente: ¡¡Bravo por nosotros!!

Nos fuimos a vestir y la verdad yo me sentía muy liberado, como si hubiera ido a una sesión para energizar el cuerpo y el espíritu. Más sorprendido quedé cuando al regresar al lugar donde dejé mi ropa y pertenencias que no pude dejar en otro sitio asegurado, fue haberlas encontrado intactas. Lo mismo vi que les pasó a los demás que estaban cerca de nosotros. Generalice mi apreciación al resto de los participantes y luego lo comprobé a través de los diversos comentarios de otras personas que asistimos. Me hizo recordar mi estancia hace 20 años en la entonces Unión Soviética, donde podía dejar mis pertenencias en un estante abierto o guarda ropa, sin llave o aseguramiento físico, en la entrada de los centros comerciales o en los cines, el teatro, el circo, los museos o cualquier espacio público sin la preocupación del “... ¿y si alguien me las roba?…”

Que agradable sorpresa. Fue una experiencia hasta ese momento inolvidable, aleccionadora, de crecimiento personal, de esperanza en el futuro, de ver que las personas, los mexicanos, en equipo y con objetivos claros, sabemos responder en lo individual para darnos mejores condiciones de vida en lo colectivo. Que sí podemos ser tolerantes y respetuosos en la diversidad.

Mis amigos y yo nos retiramos a las 8:14 de la mañana y salimos por la calle “5 de Mayo” hacia el auto que dejamos estacionado en “Tacuba”. Todo en orden y a seguir el domingo 6 de mayo de 2007 con la novedad por un lado y por el otro, con la normalidad de un domingo más.

Uno de mis sobrinos, Miguel Ángel, que por no ponernos de acuerdo oportunamente, no pudimos estar juntos, pero que sabíamos que ahí estaríamos presentes siendo parte de nuestra propia historia y de la del país, de nuestro México querido. Al final intercambiamos mensajes por celular:

Miguel Ángel: “Tío felicidades, pasamos a la historia”.
Yo le contesté: “Nosotros fuimos la noticia, jejeje”.
Me replicó: “Eso si, primera plana o debería decir primera curva, jajaja”

Mientras nos retirábamos, aún en el Zócalo siguió por unos minutos más la última actividad a la que ya no nos quedamos y solo nos enteramos de lo acontecido posteriormente por los medios.

Spencer Tunick hizo una atenta invitación para que sólo las mujeres se quedaran para concentrarse entorno al asta bandera monumental. Ahí se realizó la última fotografía con las mujeres tendidas sobre su costado.

Y no faltó “el pelo en la sopa”.

Todo parecía que terminaría sin mayores complicaciones y lamentablemente en esta última parte del ejercicio, salió a relucir “el cobre” en algunos hombres que una vez que se habían ido a vestir, regresaron con celulares y cámaras fotográficas en mano para obtener unas imágenes de las damas, lo que con mucha razón molestó a muchas de ellas, ya que se sintieron en desventaja al seguir desnudas frente a los hombres ya vestidos lo que también ocasionó que algunas se retiraran indignadas. Lástima que por unos cuantos se haya manchado esta que hubiera sido para todos los asistentes una experiencia inolvidable.

Esta fue una reseña apretada con muchas deficiencias en los detalles narrados, pero no quise dejar de escribir esto que seguramente se ha quedado grabado no solo en los que nos dimos la oportunidad de participar, sino que ya se ha convertido en un parte aguas que traerá muchas reacciones a favor y en contra en los diversos sectores que conforman la sociedad mexicana, como ya lo habíamos advertido muchos desde el mismo anuncio de Spencer Tunick de realizar esta actividad artística en nuestro país.

Gracias a mis amigos Omar y Manuel y a mi sobrino, que también es mi amigo, Miguel Ángel.

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